El Diccionario de la Real Academia define lo adjetivo como “accidental, secundario, no esencial”. Claro que los señores académicos no tienen ni idea de alta política. Porque las palabras con el uso se pervierten o modifican tan profundamente que en muchas situaciones lo adjetivo pasa a ser lo esencial.
Por ejemplo, lo sustantivo es que Garzón está investigando una trama de corrupción del PP; pero para los investigados lo importante es lo adjetivo, que el juez coincidió en una cacería con el ministro Bermejo. Lo sustantivo es que España no podía mantener tropas en una Kosovo cuya independencia no reconoce; pero el PP se aferra a lo adjetivo, que no se avisó a los aliados con tiempo suficiente.
Tan importante es para el PP lo “accidental, secundario y no esencial”, que Génova 13 se ha convertido en una fábrica frenética de adjetivos. Los insultos, utilizados por Rajoy tan profusamente en la legislatura anterior, ya se pagan menos, porque su imagen de matón grosero y tabernario no sirvió para recabar los suficientes votos en las elecciones. Ahora es necesario producir diariamente adjetivos de todos los modelos, porque la demanda de sus dirigentes es insaciable.
Cuando se refiere al gobierno, todo para Rajoy son “formas desastrosas, o patético, o lamentable, o catastrófico, o que provoca una gran convulsión social, porque es imposible hacer peor las cosas, o un monumento a la descoordinación”… y todo ello tan sólo de la cosecha de ayer en el Congreso. Los adjetivos consumidos en tan sólo un mes por esta pandilla podrían secar el pozo del DRAE y del María Moliner juntos. Su adjetivo favorito es “colosal”, pero de tanto repetirlo se ha quedado en su antónimo “insignificante”. Eso es lo malo del adjetivo, que con el abuso, como en el caso de los antibióticos, deja de surtir efecto y hay que aumentar peligrosamente la dosis. Alguien dijo que la sobreexplotación del adjetivo es el fracaso de la literatura, y yo añadiría que también el de la política.
Lo desolador es que, mientras ellos se afanan en la producción de adjetivos nuevos, los demás contemplamos cómo la oposición se pierde en lo accidental, secundario y no esencial. Una oposición “coloxal”, que diría Rajoy.
V isto en Fuego Amigo
Por ejemplo, lo sustantivo es que Garzón está investigando una trama de corrupción del PP; pero para los investigados lo importante es lo adjetivo, que el juez coincidió en una cacería con el ministro Bermejo. Lo sustantivo es que España no podía mantener tropas en una Kosovo cuya independencia no reconoce; pero el PP se aferra a lo adjetivo, que no se avisó a los aliados con tiempo suficiente.
Tan importante es para el PP lo “accidental, secundario y no esencial”, que Génova 13 se ha convertido en una fábrica frenética de adjetivos. Los insultos, utilizados por Rajoy tan profusamente en la legislatura anterior, ya se pagan menos, porque su imagen de matón grosero y tabernario no sirvió para recabar los suficientes votos en las elecciones. Ahora es necesario producir diariamente adjetivos de todos los modelos, porque la demanda de sus dirigentes es insaciable.
Cuando se refiere al gobierno, todo para Rajoy son “formas desastrosas, o patético, o lamentable, o catastrófico, o que provoca una gran convulsión social, porque es imposible hacer peor las cosas, o un monumento a la descoordinación”… y todo ello tan sólo de la cosecha de ayer en el Congreso. Los adjetivos consumidos en tan sólo un mes por esta pandilla podrían secar el pozo del DRAE y del María Moliner juntos. Su adjetivo favorito es “colosal”, pero de tanto repetirlo se ha quedado en su antónimo “insignificante”. Eso es lo malo del adjetivo, que con el abuso, como en el caso de los antibióticos, deja de surtir efecto y hay que aumentar peligrosamente la dosis. Alguien dijo que la sobreexplotación del adjetivo es el fracaso de la literatura, y yo añadiría que también el de la política.
Lo desolador es que, mientras ellos se afanan en la producción de adjetivos nuevos, los demás contemplamos cómo la oposición se pierde en lo accidental, secundario y no esencial. Una oposición “coloxal”, que diría Rajoy.
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