MIGUEL DELIBES DE CASTRO
*Profesor de Investigación del CSIC
La Fundación Canaria Orotava, dedicada a la historia de la ciencia, me ha invitado a participar en un ciclo de conferencias dedicado a Darwin y la evolución. Me pidieron que hablara del papel de la extinción en el proceso evolutivo, y para prepararlo releí a Darwin y tras él a otros clásicos. Fue todo un descubrimiento, pues sólo entonces caí en la cuenta de hasta qué punto el fenómeno de la extinción había preparado el terreno intelectual para el alumbramiento de la idea de evolución por selección natural. En concreto, aceptar que las especies se extinguen era tanto como reconocer que algo estaba equivocado en el diseño divino, que en teoría había alumbrado una creación perfecta. ¿Por qué generar seres vivos para destruirlos? ¿Podía el Creador arrepentirse de su obra, corregirse a sí mismo? ¿Acaso se aburría con sus juguetes como un niño caprichoso?
Durante mucho tiempo, por eso, se dudó de que los fósiles hubieran estado vivos alguna vez. ¡Pero los había tan parecidos a conchas o a caracoles de verdad! No faltó quien sostuvo que eran pruebas que el propio Dios ponía a la fe de los humanos, como si quisiera sugerir que Él, omnisciente, se equivocaba, por ver si alguien caía en la trampa. “Aquellos que duden se condenarán”. Los esfuerzos por compaginar fe bíblica y evidencia empírica se multiplicaban.
El gran anatomista francés Cuvier concluyó que, sin lugar a dudas, los fósiles eran seres vivos extinguidos, hasta el punto de que los incluyó en sus clasificaciones zoológicas. Haciéndolo, se vio obligado a sostener que reiterados diluvios universales habían acabado con la vida en la Tierra, forzando al Creador a actuar una y otra vez. Y, puesto que tenía en mente las creaciones anteriores, en cada ocasión dio vida a seres similares, por más que absolutamente independientes, a los previos.
En cualquier caso, el dilema era claro: las especies se extinguían, luego otras debían sustituirlas. Así lo intuyó Herschel, quien en carta a Lyell de 1836 acuñó la famosa expresión “el misterio de los misterios” para referirse al hecho de que “nuevas especies reemplacen a otras extinguidas”.
y los supervivientes, “más aptos”. Hemos llegado al Origen.
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